Seguimos con las crónicas de lo que vamos viviendo en el Festival de Sitges, que este año nos hemos tomado con mucha calma, por eso sólo escribiremos cuando tengamos un poco de contenido que actualizar; cada día se nos quedaría un poco corto. Así que vamos con las películas que vimos el tercer y cuarto días de festival, poco más, porque como buenos ciudadanos intentamos evitar estar mucho por la calle o pasar las horas muertas por allí.

Como viernes había sido muy intenso, sábado nos lo tomamos con mucha calma y sólo vemos una maratón nocturna, pero una que teníamos bastantes ganas, empezando por la Indonesia The queen of black magic que recupera un poco todo el espíritu clásico de las películas de terror, con esa ambientación que ella sola ya da miedo, una historia muy sencilla, pero impactante y bastante sangre, no es ningún descubrimiento, pero nos lo pasamos muy bien.

Y justo después, la británica Hosts, que no sé si por no acabar de entender su motivación o por no conocer bien ese tipo de gente, etc. no acabamos de pillarla bien y nos pareció un auténtico aburrimiento, tanto que nos quedamos dormidos a media película.

El siguiente día recuperamos la sonrisa empezando con Comrade Drakulich, la que se supone que es la primera película de vampiros húngara (o como mínimo seguro que es la primera película de vampiros comunistas húngaros) una cinta original, bastante divertida, con su mensaje feminista y un guión casi de película de espionaje antigua, que más se puede pedir?

Y acabamos el día con el documental Be water, esperando algo singular, pero encontrándonos con un documental más sobre la figura de Bruce Lee, eso sí, con testimonios muy cercanos a él y alguna cosa nueva que no conocíamos, pero sin aportar ninguna información relevante y sin ser nada sentimental, o sea que nos quedamos igual que cuando entramos, no es de esos documentales que te marcan el festival.

Y seguimos, ya volveremos a escribir cuando tengamos algo más de contenido molón para contaros.