Ya habéis visto que esta semana vamos de thrillers coreanos, y hoy nos decantamos por uno de los más grandes de los últimos tiempos A bittersweet life, una gran obra maestra hecha en Corea que conjuga la espectacularidad visual y narrativa con las escenas de acción más brutales, muy típico del país, pero todo levado a cabo con la máxima elegancia, como sólo lo sabe hacer un director como le que firma.
La historia que nos cuenta es bastante típica dentro del cine de género coreano, trata sobre un tipo solitario con sed de venganza ante una organización completa, pero sobretodo como se tuercen las cosas desembocando en una espiral de violencia cuando alguien intenta pensar por sí mismo en vez de obedecer como se supone que tenía que hacer.
El protagonista es un tipo que trabaja en un hotel, en principio es el encargado, pero en realidad se ocupa de solucionar los problemas más duros (casi siempre con violencia) para su jefe, que en realidad es un mafioso. Así se llega a enfrentar a los matones de una banda rival, que intentarán hacer que se arrepienta montando una guerra de bandas, pero atacándole a él en concreto; al mismo tiempo su jefe le pedirá un encargo personal, el de vigilar a su amante, una chica joven que se está viendo con otro. Él se encargará de los dos asuntos, primero despachará sin problema y sin pensar en las consecuencias al líder de la banda rival, después, cuando acabe descubriendo con quien se ve la chica, le dará un arrebato de compasión y decidirá perdonarlos, pero su jefe se acaba enterando. Así nuestro protagonista será perseguido tanto por los suyos, como por la banda rival, lo que le hará huir desesperadamente y sin ayuda al verse enfrentado a todos; cuando consigan cogerlo y torturarlo, él volverá a escapar jurando venganza contra todos los que le hicieron daño.
Pero aquí el guión es casi lo de menos, es expresamente simple para que el público se pueda concentrar en otros aspectos que son los que el director quiere destacar, y es que la película es pura poesía audiovisual, aquí se hace un gran alarde de todo el potencial que tiene el cine coreano, trabajando hasta el mínimo detalle de cada escenografía, de todas y cada una de las escenas, de la música que las acompaña (siempre formada por vals), de los personajes que intervienen, etc. para conseguir que todo encaje a la perfección y nos haga entrar en su mundo casi sin pensarlo. Y como buen coreano, no podía dejar una película como ésta sin su parte más extrema, jugando a intercalar las escenas más brutales y sangrientas entre otras de máxima belleza y tranquilidad, consiguiendo ese contraste que sólo podemos ver en las mejores cintas coreanas.
Aquí podemos disfrutar no sólo de la perfección audiovisual que os hemos contado, también nos hemos dado cuenta de la grandísima importancia que tiene la figura del protagonista, sobre la cual gira todo el resto, ya que siempre nos está contando con sus gestos, sus actos, su sola presencia lo mismo que nos transmite el director con sus encuadres, movimientos de cámara, etc.
Durante toda la película tenemos un ritmo muy pausado y tranquilo, con alguna excepción en las escenas de acción, pero ni siquiera aquí se vuelve frenético, sino que sigue siendo acompasado, con un ligero incremento en el tempo; así nos da una sensación de calma y serenidad, que no sólo se transmite por el ritmo, sino que el mismo protagonista nos lo hace ver con todos sus actos, manteniéndose impasible incluso en las peores situaciones.
También tenemos la metáfora de la elegancia, usando de nuevo al personaje para transmitir lo mismo que el entorno y que la situación general, con dos momentos muy diferenciados, una elegancia perfeccionista en la primera mitad, en una situación cómoda y sin problemas, moviéndose por los mejores barrios de la ciudad, incluso parándose a contemplar cada mínimo detalle; y a partir de que empiezan los problemas, todo se vuelve más oscuro, desde la ropa del protagonista, su cara llena de cicatrices, sin mostrar la pasividad de antes, y todo el mundo cambia completamente, entrando en fábricas abandonadas, relacionándose con tipos muy extraños, etc. Así también tenemos la impresión del cambio radical que se produce entre las dos partes, afectándonos a nosotros casi tanto como a él.
Por supuesto nuestra más sincera admiración hacia su director Kim Jee-Woon (The good, the bad and the weird, I saw the devil) que nos ha mostrado en repetidas ocasiones de lo que es capaz y que no para de superarse en cada trabajo, por muy difícil que pensemos que puede ser, y aquí también gracias al gran trabajo de uno de sus actores predilectos Lee Byung-Hun (The good, the bad and the weird, I saw the devil) que aquí tiene un papelazo y sabe perfectamente como abrodarlo.
En definitiva, una auténtica obra de arte audiovisual, que aunque tenga un guión muy visto y predecible, eso es lo de menos porque aquí podremos ver pura poesía en movimiento; tampoco defraudará a los fans del cine extremo que quieran ver algo de violencia.
- Lo mejor de la película:
Todo, aunque la entrada final del protagonista en el hotel es insuperable.
- Lo peor de la película:
Quizás algunos toques de humor muy coreano difíciles de entender (por poner algo).
https://www.youtube.com/watch?v=0P4YG73KHHo