
Después de un tiempo inactivos en el que hemos tenido otras obligaciones, volvemos con nuestras reseñas de cine asiático extremo, y lo hacemos con un “clásico” del cine japonés, pero nos remontamos unos años atrás por una buena razón. Estamos hablando de Bullet train (Pánico en el Tokio Express), una película de los ’70 de referencia en Japón, y lo hacemos porque hace muy poco ha aparecido de la nada una secuela en Netflix y no queríamos reseñarla sin antes haberos hablado del original. Es una película básicamente de catástrofes, pero tiene mucho más que eso.

La trama gira en torno a un tren de alta velocidad con un largo recorrido en Japón, alguien ha puesto una bomba que se activará en cuanto la velocidad del tren disminuya de 80km/h; cuando el terrorista avisa a la estación de control y sin contar nada más que eso, se activan todos los protocolos de seguridad, desactivando todos los controles automáticos del tren y despejando todas las vías para que pueda hacer todo su recorrido sin frenar. Más adelante, el terrorista pide una gran cantidad de dinero para contarles como desactivar la bomba y, mientras se junta ese dinero, la policía va investigando el caso, buscando a los terroristas y buscando la bomba para desactivarla. Resulta que un director de una fábrica local, perdió la fábrica, el trabajo y a su familia por culpa del gobierno, ahora asociado con dos de sus antiguos trabajadores han orquestado este plan para conseguir vengarse del gobierno y el dinero que necesitan para vivir; ellos en realidad no quieren matar a nadie, sólo conseguir el dinero, pero su plan no es tan fuerte como pensaban y todo empieza a fallar cuando estaban a punto de conseguirlo.
Por supuesto, como ya habréis adivinado, esta película fue la referencia para la archiconocida Speed con Keanu Reeves y Sandra Bullock, pero tampoco es un trabajo original, ya que bebe de algunos otros clásicos de los ’70, entre ellos de algunas entregas de la saga Aeropuerto y alguna película más de catástrofes, pero también de las típicas películas policíacas japonesas, o incluso de clásicos americanos como Bullit. Así que tenemos una película que bebe de muchas influencias, tanto en contenido, como en estilo, pero que también tiene su parte de originalidad, con o que fue bastante destacada en su momento.

Y, para nosotros, lo mejor que tiene un trabajo como este es que, después de leer el argumento, uno podría pensar que es la típica película de catástrofes, con un incidente importante, un grupo muy numeroso de víctimas y uno o más héroes que salvan la situación; pero en esta ocasión le dan la vuelta completamente, y aquí ni la catástrofe tiene mucha más importancia que la que le queramos dar, ni hay un héroe definido (lo más próximo sería el jefe de la estación de control, que trabaja tranquilamente desde su mesa); aquí la base de la película está en un antihéroe, y no en uno que salvará la situación, sino que el protagonista real de la película es el terrorista que pone la bomba, con sus cualidades más que humanas, sus problemas de persona corriente y las dificultades que le ha puesto el gobierno, y que con todo eso, hace lo único que sabe para poder sobrevivir en un mundo capitalista y con todos los problemas económicos y políticos que sufría Japón en esa época; y con eso no tenemos exactamente una película de acción, sino que se trata más bien de un thriller y de sentimientos humanos; y se reafirma en eso con flashbacks contando partes de la vida de los considerados “malos” y como han llegado cada uno de ellos a esta situación.
Aunque, por supuesto, no deja de lado el suspense y el enfoque en toda la gente que hay en el tren y que vive el desastre en primera persona, también en la sala de control, que son responsables de la vida de muchos ciudadanos y lo viven con igual intensidad; tampoco deja de lado la acción, con la policía en cuanto descubre a los villanos y empieza a darles caza, o incluso con algunas escenas de problemas que tiene el tren y que tiene que solventar de manera rápida.
La película fue dirigida por Junya Sato (The drifting avenger, Golgo 13), pero lo más importante fue saber elegir a un protagonista (villano) con carisma y una habilidad suficiente como para hacernos creer que no era el malo, sino la víctima de la historia, y la elección fue perfecta con Ken Takakura, complementando su actuación con la de Sonny Chiba (Golgo 13, The Street fighter) otro magnífico actor, aunque con un papel no tan agradecido.
En definitiva, una película que quizás no es perfecta, pero que es tremendamente disfrutable, sobre todo para los fans del cine policiaco y el thriller de los ’70, con su estética, sus sonidos, sus protagonistas, sus tramas… que influyó en algunas obras posteriores muy importantes y que le da una vuelta al género de catástrofes; quizás por eso los fans del género no la disfrutarán tanto, no tiene grandes explosiones, ni muchas víctimas, etc.
- Lo mejor de la película:
Ken Takakura y como sólo él puede convertir un villano en víctima.
- Lo peor de la película:
Las escenas panorámicas del tren se ven muy de archivo.