Aunque no sea una película realmente extrema, hoy queremos comentaros una de las últimas obras de Sion Sono, sólo por ser uno de los directores más gamberros y transgresores del panorama actual japonés y por tratarse de una película de ciencia ficción bastante pura, lo que siempre nos atrae. The whispering star es una película más bien de autor que nos muestra un futuro bastante pesimista en un trabajo muy alejado de lo que nos tiene acostumbrados este director, pero no por eso estamos diciendo que sea una mala película, sólo algo de lo que no solemos reseñar en Katanas y Colegialas.
La historia pasa en un futuro en el que los humanos han hecho las cosas bastante mal y ahora, no sólo queda una parte muy reducida de la población, sino que está muy dispersa por el universo en comunidades que parecen despobladas y algo abandonadas; además la población de robots que tenían que ser usados para servir a los humanos ha crecido tanto que ahora representa el 80% del total de seres. Nuestra protagonista es un cyborg encargado de la mensajería interespacial, que viaja en una especie de casa tradicional japonesa (tanto interior como exteriormente) y que vive en una rutina en la que van pasando los años entre un destinatario y otro. Durante todo este tiempo no sólo se cuida del viaje y de su nave, sino que empieza a hacerse algunas preguntas más típicas de humanos, como para que se envían los paquetes si existe la teletransportación, que envía esa gente, por qué viven de esa manera, quién había tenido antes esa nave… preguntas que nadie le responderá y que serán muchos más inciertas contra más asentamientos humanos vaya a visitar.
La verdad es que tenemos aquí una película de ciencia ficción, no vamos a decir típica, porque es completamente original y diferente, pero sí que es muy definitoria del género, proponiendo una vista a un posible futuro, pero que en realidad nos está haciendo ver algunos problemas de la humanidad en el presente, así como hasta dónde podríamos llegar con esos problemas.
Entonces, ya sólo leer las palabras del director antes de que empiece la película ya nos damos cuenta de qué se trata, un tema que a Sono le importa bastante y que ha sacado a la luz otras veces en sus películas, y es que en verdad todo se refiere a los diferentes accidentes (tanto nucleares como naturales) ocurridos en Japón en los últimos años, que están dejando una gran parte de la costa nipona con unos pasajes desoladores y despoblados; y no sólo eso, sino que casi todos los paisajes terrícolas de la película son rodados en esas ciudades japonesas tan destrozadas y la mayoría de los actores son los propios supervivientes de estas catástrofes.
A parte de ese tema, que si no nos avisara, aquí no lo tendríamos tan claro, también toca otros temas como el incremento de IAs controlando nuestras vidas, la mejora demasiado drástica de las funciones y la inteligencia de las IAs, la centralización de la población humana y el incremento exagerado del número de habitantes, la necesidad de actualización de cualquier cosa fabricada por los humanos, la deshumanización cuando se pierden los retos que marcan la vida, la rutina de la soledad (en este caso espacial)…
También el estilo de la película es completamente el que debería tener una buena obra de ciencia ficción, recordándonos mucho más a las películas clásicas de cine ruso de los ’60 y ’70 que a la actual definición del género. Con un tono monocolor en sepia, casi sin música, pero con los ruidos blancos del espacio, etc. una protagonista que casi no habla en toda la película (sólo a ratos con el ordenador de a bordo y con una grabadora de voz), incluso con una estética de la nave muy estilo años ’70. Todo bastante naíf para no sólo ofrecer una obra de reivindicación y visión futura, sino para además tener una película minimalista y muy original en un contexto cinematográfico actual.
A eso debemos introducirle algunos momentos bastante cómicos (dentro de lo que cabe, no para partirse de risa…) como la elaboración de tareas domésticas innecesarias por parte de un robot, sólo para seguir una rutina, el cambio de pilas alcalinas para recuperar energía, el retraso de algunos años en la entrega de mensajería, el grifo de la nave goteando desde el principio hasta el fin, el propio diseño de la nave, los diálogos todos en tono de susurro…
Y todo con una única protagonista (y casi única actriz de toda la película) para la cual tenemos a la musa y mujer del director Megumi Kagurazaka (Cold fish, Guilty of romance), aunque aquí tenga un papel bastante estático. Y todo orquestado por el maestro Sion Sono (Why don’t you play in hell?, Tokyo tribe) que deja la vertiente más gamberra de sus últimos trabajos para dedicarse a hacer algo que le apetecía a él sin pensar en su público habitual.
En definitiva, no esperéis una película típica de Sion Sono, sino más bien un trabajo reivindicativo con aspecto de película de ciencia ficción clásica; con algunos toques algo más bizarros o humorísticos, pero en general tratando un tema serio y que le preocupa bastante.
- Lo mejor de la película:
Aunque no sea cine asiático extremo nos ha convencido, supongo que por su belleza.
- Lo peor de la película:
Ir a buscar en ella algo de acción o más bizarro.
https://www.youtube.com/watch?v=KGVDrhKLmcQ