Hoy queremos seguir con clásicos de Pinky violence ya que, aunque es un género que nos encanta, como no se hacen novedades y siempre damos prioridad a lo que es nuevo, no solemos hacer muchas reseñas de estas películas. Pero también últimamente nos estamos proponiendo rescatar algunos clásicos del cine asiático extremo, así que vamos con otro clasicón que nos encanta: Female yakuza tale (Inquisition and torture), que resulta ser la secuela de Sex and fury, manteniendo su protagonista y su espíritu, per cambiando su director y algunas otras cosas. Admitimos que a nivel cinematográfico la primera parte es mucho más película que ésta, pero personalmente esta secuela nos ha encantado, muchísimo más que su antecesora (por llamarla de alguna manera, porque fueron estrenadas el mismo año).
La historia principal trata sobre una banda mafiosa que se dedica a pasar droga por toda la ciudad en recipientes metidos en las partes íntimas de un grupo de mujeres, que se pasean impunemente con pañuelos rojos. Diferentes personas se ven envueltas en esto por distintas razones, entre ellas un expresidiario en busca de un botín de la yakuza, una femme fatale que investiga unos asesinatos de mujeres y quiere venganza, nuestra protagonista Ms. Ocho que tiene que ayudar a un jefe yakuza que debe un dinero de juego y que quiere hacerse con el alijo de drogas, las chicas del contrabando (que resultan ser de la antigua banda de Ocho), un yakuza que vive de las apuestas, etc. Todos ellos investigarán qué sucede por su cuenta, hasta que lo acaben descubriendo y converjan todos en el mismo sitio para dar caza a los criminales, aunque cada uno con unos objetivos distintos, pero se encontrarán con una pequeña sorpresa y todo acabará en una gran matanza, como no…
Lo primero que se nos ocurre es comparar esta película con su primera parte Sex and fury ya que, como os decíamos, comparten algunas cosas, pero muchas otras no; mientras que la primera intentaba ser una buena película (dentro de lo que cabe y ciñéndose a los standards del género), aportando una buena dirección y un estilo único, se nota que ésta busca la vertiente más visual y el ser puro espectáculo, dejando una buena huella en el espectador a cualquier precio, mucho más acorde con las pretensiones del pinky violence, pero no sólo ofreciendo unas muy buenas dosis de sexo y violencia, sino también aportando escenas e imágenes que sabemos que son inspiradas en otras películas anteriores, pero que aquí puesto todo junto nos impacta mucho más. Y al decir eso, como no somos muy claros, y para poneros un buenísimo ejemplo, sólo tenéis que ver la primera escena de la película, seguramente uno de los mejores inicios que hemos visto nunca, o la última lucha de la película, quizás un poco caótica, pero otro desfase de los más grandes que encontraréis en el cine japonés.
Para poder llegar a ese nivel de espectáculo, incluso se deja de lado un poco la historia, que es muchísimo más simple que la de su antecesora (que tenía una historia típica de venganzas, pero con muchas subtramas ligadas), aquí la historia principal es bastante absurda, y las subtramas se cogen por los pelos, quedando muchas cosas al aire o mucha ilógica que no sería aceptable en cualquier otro tipo de película, pero los que vayan a ver esta película deberán hacerlo con la mente abierta y dispuestos a lo que se encontrarán en ella, un puro espectáculo de luces, colores, personajes extravagantes, bizarradas aleatorias y escenarios imposibles (esos callejones de los suburbios tan pequeños y llenos de mala gente que dan una ambientación única); además de toda la violencia y el sexo que puedan pedir, en forma de torturas, violaciones, muertes, peleas a cuchillo o a katana…
De corta duración y con un muy buen ritmo, en el que no tenemos ni una sola escena que no nos vaya a impactar de alguna u otra forma, el director de esta película es Teruo Ishii (Yakuza’s law, Horror of the malformed men) director de algunas de las películas japonesas más extremas de los ‘70, quizás considerado entonces como un pervertido, pero ahora ya como director de culto, quizás demasiado para algunas almas sensibles, pero creemos que perfecto para los fans de Katanas y Colegialas.
Y qué decir de su protagonista Reiko Ike (Girl boss Gerilla, Terrifying girls) no sólo una musa del pinky violence, sino que aquí ha conseguido convertir a su personaje Ocho en un clásico, incluso sin tener un protagonismo absoluto en esta película.
En definitiva, no es una gran película, ni siquiera podemos decir que es una buena película, pero para los que busquéis cine asiático extremo, ésta es un must, no sólo por toda su violencia y sexo, sino también por saber sacar un gran estilo y belleza a todo esto (a su manera, claro).
- Lo mejor de la película:
Tanto la primera como la última escena son lo nunca visto, para quitarse el sombrero.
- Lo peor de la película:
A veces su guion puede ser un poco confuso.
Se os ha olvidado una “z” en el título. Un abrazo y seguid así.