Terminamos esta semana dedicada a uno de los más grandes del cine asiático extremo: Takashi Miike, y queremos hacerlo contando un poco su vida, su estilo y nuestra opinión, no solo sobre sus películas, sino sobre toda su carrera en general. Y como no queremos empezar como lo hacen muchos diciendo que es un director muy prolífico, trasgresor, controvertido o cualquier adjetivo de estos que hacen de culto, pero que poco significan si no se argumentan un poco, en nuestro inicio sólo os diremos que, junto a alguno más como Noboru Iguchi o Yoshihiro Nishimura, Takashi Miike fue una de las principales razones por las que Katanas y colegialas cobró vida, sobretodo después de haberlo vivido varias veces en el Festival de Sitges junto a más público con quien compartíamos gustos.
Takashi Miike tiene una infancia más o menos normal, un poco rodeado de gamberros (pero quien no lo ha estado); todo bien hasta que se acaba el instituto y muchos de sus compañeros ingresan en la yakuza de distintas maneras, pero él no se deja convencer y, aunque no le gustaba nada estudiar o asistir a clases, acabó en la escuela de cine de Yokohama, dónde pronto sus profesores vieron en él algo distinto, que podía aportar mucha energía a su trabajo si se lo proponía, así que justo después empezó a trabajar como ayudante de dirección en obras para la televisión y en V-cinema (películas directas al mercado del video doméstico). Fue en el V-cinema dónde Miike vio su gran esperanza, cansado de los clásicos directores japoneses entregados a los estudios y a las audiencias, que nunca aportaban nada nuevo al mercado, él empezó a buscarse la vida para poder dirigir sus propias películas de V-cinema, ya que descubrió que, aunque contara con un presupuesto mucho más reducido y tuviera que terminar sus trabajos en un tiempo récord, al menos aquí tenía casi total libertad creativa y una censura casi nula, con lo que podía tocar los temas que más le interesaban, practicar con las técnicas cinematográficas y probar todo lo que quisiera, tan sólo se le pedía que tuviera los trabajos terminados a tiempo.
Al igual que uno de los que después serían sus grandes amigos (Takeshi Kitano) eligió para empezar a rodar un tema que había tenido muy cerca durante algunas etapas de su vida, que le había afectado en alguna ocasión y que conocía bien; que además no necesitaba grandes escenarios, vestuarios… así que todos sus primeros films fueron dedicados a la yakuza; empezando por películas simplemente violentas e introduciendo poco a poco su ahora ya típico humor negro y muy personal, para algunos hasta de mal gusto, pero muy divertido para los que nos lo tomamos como lo que realmente es: un chiste. Algunas de estas películas prometían tanto a los productores, que se atrevieron a lanzarlas a los cines y no solo en video, fue el caso de títulos como Full metal yakuza o The bird people of China; en esa época Miike no rodó menos de cuatro películas durante ninguno de los años de su carrera (aunque en la actualidad tampoco ha bajado mucho el ritmo).
En 1999 le llegó su gran oportunidad con Audition, la adaptación de un libro en la que sí que se invirtió algo más de dinero y se apostó por ella llevándola a diferentes festivales internacionales; Takashi hizo un gran trabajo de dirección, sin dejar de lado la violencia y el humor que necesitaba plasmar siempre en pantalla, y la película triunfó por todo el mundo empezando a darle una fama y más oportunidades y gente que confiara en él. Incluso con eso, prefirió seguir con la libertad del V-cinema y poder probar todo lo que quería, sin embargo aprovechó algunas de las oportunidades que se le brindaron para hacer grandes y reconocidas películas como la trilogía Dead or alive o Visitor Q. Después de estos triunfos, en los que vio que incluso plasmando su punto de vista y sus paranoias, incluso siendo todo lo violento que quisiera, el público internacional se interesaba por sus obras, quiso probar los límites de su fama rodando en 2001 dos películas completamente extremas que no esperaba que pudieran tener un éxito similar, fueron Ichi de killer y La felicidad de los katakuris, la primera por violenta fue censurada en muchos países, pero incluso así tuvo una distribución magnífica, y la segunda por extraña y poco comercial también hizo las delicias de todos sus fans más acérrimos y de toda la gente que quería cine diferente.
Ya después de esto, todo estaba permitido para este director, que ya disponía de seguidores en todo el mundo a los que era muy difícil decepcionar. Por supuesto, dado su gran fama, tuvo que aceptar hacer películas más comerciales como Llamada perdida o un fragmento de Three… extremes, pero incluso así aprovechó para practicar en el género del terror y no salió nada mal; además de poder alternarlas con otros proyectos más personales como Gozu o Izo, dado que tenía tiempo para todo (con sus aun cuatro películas anuales, a lo que ya estaba acostumbrado); además de ser esa la época de aparición del sello Sushi Typhoon en el que trabajaron los directores más extremos de Japón y en el que Takashi Miike actuaba como productor, supervisor y animador, o como él mismo decía, como cabeza visible del proyecto.
Ya a partir de 2004 quiso probar con nuevos géneros que siempre le habían fascinado, como el tokusatsu (Zebraman), el western (Sukiyaki western Django) o los yokais (The great yokai war), y aunque algunos digan que son películas más infantiles o comerciales, siempre mantienen la marca de identidad de Miike, su especial sentido del humor y su mensaje, no moralizador, pero claro y profundo. Ya llegando a la actualidad, nos sorprendió con películas como Crows Zero, 13 asesinos o Hara Kiri, en las que nos ha demostrado todo lo que ha aprendido con los años como director, y que toda su fama no es injustificada ni le viene dada sólo por incluir grandes dosis de violencia o de sexo, sino que puede hacer grandes películas sin recurrir a estos artificios y conservando su estilo.
Al final, lo que hemos podido comprobar analizando la trayectoria de este gran director es que se trata de un profesional acostumbrado al trabajo duro y al que le encanta romper las reglas establecidas; que la mayoría de las veces adapta historias, mangas o libros para no pensar en tantos aspectos de la película y poder concentrarse en la dirección, que es lo que de verdad conoce bien; que es capaz de marcar su sello incluso en las películas que puedan parecer más infantiles; que no necesita mostrar mucha violencia o sexo para impresionar a su público, pero que en su estilo, lo más importante es ofrecer una historia impactante con un una imagen lo más atrevida posible, ya sea mediante grandes planos o frenéticas escenas de acción; y que en su marca de la casa siempre podremos encontrar alguna bizarrada de tipo enfermo sexual, de splatter camuflado o simplemente de mente perversa que nos intenta trastocar; que no sólo está dispuesto a probar todos los estilos y géneros que sea capaz y que le gusten, sino que es capaz de reinventar o relanzar géneros como el chambara, o de inventar nuevos géneros como el sukiyaki western o el de peleas estudiantiles; y finalmente que podemos estar seguros de que, aunque tenga que hacer algunas películas más comerciales para ganarse la vida, en cualquier momento será capaz de sorprendernos con algo completamente diferente.
Y como siempre, queremos acabar con un top de nuestras películas favoritas de Takashi Miike, además de agradecerle todos los buenos ratos que nos ha proporcionado.
– Audition (1999)
– Ichi the killer (2001)
– Zebraman (2004)
– Crows zero (2007)
– Hara-kiri (2011)